Ya vi la película de Oppenheimer. Las películas de Christopher Nolan son una garantía. Aunque no las hace él solo; hay detrás muchas personas construyendo esos filmes que, en muchos sentidos, son muy interesantes.
La película es un drama. Esa es la narrativa central: presentarnos los dilemas morales de Oppenheimer, “padre de la bomba atómica”.
A ratos, uno dice: “parece que Oppenheimer tiene conciencia histórica, ¿por qué está construyendo una bomba que será utilizada para asesinar personas?”, a ratos uno hasta parece que se puede poner en los zapatos de Oppenheimer y pensar que es necesaria la bomba, sólo así se le podrá hacer frente a otros países que ya construyen, también, un artefacto de muerte como ese.
Detrás del dilema, está el uso de la ciencia para el sistema de la muerte.
Oppenheimer, brillante, un genio, sería el producto mejor elaborado del sistema educativo por competencias. Sus competencias lo llevaron tan lejos, que sobresalió de una manera indiscutible entre los científicos de su época. Oppenheimer podría decir que la educación que tuvo lo llevó a ser un sujeto muy exitoso. Aquí tendríamos que preguntarnos, ¿exitoso para qué?
Por otra parte, un sistema educativo pensado para la vida, como el que está proponiendo la NEM, habría topado a Oppenheimer con la primera reflexión: ¿las matemáticas tienen que estar al servicio de la muerte?
Recordé una reflexión que hacía el compa Marx Arriaga hace rato: al sistema por competencias no le importa qué se construye con lo que los niños y las niñas aprenden. Si la competencia tiene que ver con construir arneses, no importa que esos arneses después puedan utilizarse para construir una bomba de destrucción masiva, lo importante es que el arnés esté bien hecho. Y justo ahí es donde el sistema educativo por competencias tiene éxito, y otra vez: ¿éxito para qué?
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